domingo, 10 de agosto de 2014

Jorge

Edgardo Malaver



            —Bien, amigos, estamos de regreso en su programa Sin letras no hay paraíso, por Alfa-Beta FM, en el que disfrutamos hoy de la visita de don Jorge Amado, el escritor más querido de Brasil y de otros mundos. Bueno, don Jorge, ya vamos a terminar el programa.
            —Es una lástima.
            —Verdaderamente, porque hemos disfrutado muchísimo esta entrevista, ha sido provechosísimo y han quedado muchos puntos que nos gustaría haber tratado. Y hablando de cosas de las que nos falta conversar, en esta última parte del programa siempre nos dedicamos a responder preguntas que nos hacen los oyentes por Twitter, por mensajes de textos, etc. Las responde el invitado, claro. ¿Le parece?
            —Sí, sí, cómo no.
            —Muy bien, entonces tenemos la primera pregunta, que nos envía Antonia —sólo tenemos su nombre— desde Itabuna, cuna de Jorge Amado. Antonia pregunta: “¿A qué se refiere con ‘ambos mundos’?”. Supongo que se referirá Antonia al comentario de hace unos minutos cuando hablábamos de Gabriela.
            —Sí. Me refería al mundo de la realidad y al de la ficción… sea cada uno de ellos el que sea. Es decir, sea este en que estamos usted y yo el de la realidad (que seguramente convendríamos, si habláramos de eso, en que es éste el de la realidad) o el otro, el de la ficción, si no es ése en el que en realidad estamos. Nunca sabremos cuál es cuál. Mucha gente me pregunta si Gabriela existió. Y no sólo existió, sino que... bueno, ya usted sabe. Es la misma historia que conté de doña Flor.
            —Gabriela fue el personaje que lo sacó de la política, ¿no?
            —¡Ja, ja, ja, ja...! Una mujer como Gabriela lo puede sacar a uno del mundo. De los dos mundos. ¡Ja, ja, ja, ja...!
            —Ahora, desde Sao Paulo, nos lleva la pregunta de José Luis Gomes: “¿Ha sufrido por amor?”.
            —Mire, le voy a contar un cuento. En 1544, cuando Luis de Camões tenía apenas 20 años, una mujer le hizo esa pregunta. Y Camões, que no se había dado cuenta aún de que era poeta, pasó toda la vida buscando la respuesta. Un día, ya viejo, herido por la incertidumbre de esa palabra, escribió:

Pasa el bien volando
y el mal, con los años,
acude mostrando
todos los engaños.

De amor la alegría
poco tiempo dura,
triste de quien fía
mucho en la aventura.

Bien sin fundamento
cierta ha de mudanza,
junto al sentimiento
vive la añoranza.

Quien vive contento
vive receloso,
no haber mal violento
se hace peligroso.

Quien males sintió
sépalos tener,
y por lo que vio
sepa qué ha de ver.

En la vida ciega
nada permanece,
aún el bien, no llega
ya desaparece.

Cualquier esperanza,
huye como el viento,
todo hace mudanza
salvo mi tormento.

Amor, ciego y triste
quien lo ha padece.
Mal, quien lo resiste,
mal, quien le obedece.

            Querido José Luis, uno no llega nunca a eludir el dolor del amor, pero ay de aquel que intenta huir de él. Es un infeliz.
            —Desde Itabuna otra vez, le pregunta Ángela: “Señor Amado, ¿para qué sirve la poesía?”.
            —Me imagino que no querrá que le responda teóricamente. Mire, Ángela, en la teoría literaria, la poesía no sirve para nada. Pero los que la amamos no podemos conformarnos con esa respuesta. Es como cuando leemos en el libro de geografía que el mar, como está hecho de agua y el agua es transparente, no tiene color. Y uno va y se para en la orilla del mar y ve no sólo que tiene color, sino que ese color es bello. Y uno se enamora y se embelesa y se queda mirándolo horas y horas y cuando regresa a su casa, sigue pensando en él y desea regresar a zambullirse en su belleza y en su embrujo.
            —Muchas gracias, don Jorge.
            —¡Amigos de Alfa-Beta FM, la radio de la poesía, acabamos de escuchar... Sin letras no hay paraíso! Nos despedimos hasta el próximo lunes, cuando nos citaremos nuevamente con la letra escrita a través de la voz. Hasta entonces.

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