domingo, 24 de agosto de 2014

Jorge Luis

Edgardo Malaver


            Ah, caramba, no está en casa el doctor Borges. Dígale, por favor... ¿Usted es su hijo? Sí, señor. Bien, jovencito, dígale a su padre que hemos venido a felicitarlo por la traducción. Además... ¿Los señores desean entrar y esperarlo? Es probable que esté cerca de llegar. Bueno, tenemos asuntos que atender en lo que queda de mañana. Pero será un placer para mi madre atenderlos durante unos minutos, y a mi padre le alegrará el día verlos aquí al llegar. En lo que a mí respecta, puede quedarme unos veinte minutos. Muy bien, doctor Menotti, adelante. Bueno, yo... Venga, doctor, entusiásmese, que una charla con el doctor Borges siempre es agradable. Bienvenidos, señores, tomen asiento. Discúlpenme un instante mientras voy a dar aviso a mi madre. Muy bien, hijo, te esperamos. Oiga, Menotti, yo tengo que pasar por la notaría antes de las 12: de eso depende mi herencia. No se mortifique, Del Vecchio, ya llegará, eso es aquí mismo, a dos cuadras. Pero entienda que la segunda mujer de mi padre tiene un aboga… Del Vecchio, usted tiene el mejor abogado de Buenos Aires, que soy yo. Muchas gracias, doctor Fonseca, pero este retraso me pone nervioso. No, hombre, aquí todos somos abogados, hasta el padre de Gutiérrez es abogado, ¿no es cierto? Sí, señor. ¿Ve?, es cuestión de confianza. Ya verá usted cuando llegue Borges que habrá valido la pena. Además, amigo mío, amigos míos, el doctor Borges es el hombre indicado para... Buenos días, distinguidos caballeros. ¡Doña Leonor...! Buenos días, señora... Qué placer ver a tan bella dama... Déjeme besarle las manos... Caramba, qué honrada me siento. Parece que hubieran venido a verme a mí. Vinimos a saludar un instante a su letrado marido, pero los dioses son benevolentes con nosotros. Muchas gracias, doctor Menotti. Siéntense, por favor, ya he ordenado que nos traigan té. Sí, pero va a ser verdaderamente un instante, doña Leonor, porque algunos tenemos algunas diligencias urgentes... ¡Del Vecchio, por el amor de Dios! Doña Leonor, nosotros como amigos fidelísimos de su señor esposo, hemos decidido venir a presentarle nuestras felicitaciones por un excelente trabajo que apareció hoy en el diario, del cual nos ha hecho percatarnos el doctor Menotti. ¿Un trabajo de mi esposo? Pues bien, le haré llegar sus palabras. ¿No lo ha leído usted? No, doctor, he estado ocupada en la mañana de hoy. Fonseca, ¿tiene el diario por ahí?, ¿puede leernos algún fragmento especialmente atractivo de la traducción para que doña Leonor llene sus oídos del talento con el que Dios la unió en matrimonio? Claro que sí, doctor Menotti. Señora, está listo el té. Servilo, por favor. A nosotros nos parece que es una traducción exquisita. Da a la narración aportes que pueden ser senderos nuevos para entender al autor. Sí, ciertamente, yo creo que esta traducción enamora a lector con un lenguaje que en ocasiones pareciera naturalmente infantil, pero que sabemos que autor y traductor han elegido conscientemente para lograr esta consecuencia: el disfrute y el deleite de un cuento de hadas moderno. ¿No, señores? Ciertamente... Discúlpenme los señores, creo que quien llega es mi marido. Buenos días, querida. ¿Qué son esas voces? ¿Quiénes están ahí? Unos señores que han venido a felicitarte por un... Al final no sirvió de nada cambiar de periódico, volvieron a descubrirme, voy a tener que ponerme otro nombre. Georgie, hijo, ¿qué haces escondido detrás de esa cortina?

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