jueves, 12 de junio de 2014

1978, la lluvia de junio

Edgardo Malaver


A la memoria de mi hermano Leopoldo

     Cuando aún cabíamos los dos en uno solo de aquellos sillones angulosos que había hecho Augusto, el padre de Margaret, un día de junio, en la sala de la casa de mi abuela, jugando entre nos, como casi siempre, descubrimos el Mundial.
     Seguramente no hubo que hacer nada para descubrirlo: la televisión era tan escasa, que veíamos lo que nos pusieran en la pantalla, sobre todo yo, a quien desde aquella época me ha gustado más estar en casa que en la calle. No logro tampoco recordar —pero ya he abandonado toda búsqueda dentro de mí— en qué momento nos atrapó, en qué minuto nos acolegamos para sentarnos frente al televisor cada tarde expresamente para ver el fútbol; no Los Picapiedras, ni El Zorro ni Sopotocientos. Sé que en ese mes de 1978 nos sentábamos ahí con el propósito único y preciso de ver el Mundial, no otra cosa. Y casi no recuerdo nada más, a no ser la sensación, atesorada en mi memoria emocional, de estar ahí, en la sala de mi abuela, sintiendo la brisa relativamente fría de la lluvia de junio entrar por la ventana, alguna vez acobijados con alguna sábana vieja, sonrientes, emocionados con la esperanza de ver, si aparecía, a Pelé —que ya no jugaba en esa época—, simplemente felices de estar juntos, de ser hermanos.
     Después del Mundial de Argentina, cada vez que comienza junio algo hay en el aire, en la temperatura, en la luz del sol, que me hace detenerme en algún momento a decir: “Huele como a Mundial”, y aparece en mi mente aquella escena en que mi hermano y yo, hombro a hombro, en aquel sillón de mi abuela, miramos un partido de fútbol a blanco y negro, sin entender casi nada. Me sucede cada año, pero en los años en que hay Mundial de Fútbol... bueno, antes, sonreía.
     Hoy, en este mismísimo instante, son las 3:40 de la tarde del 12 de junio del 2014, y ha comenzado ante mí el primer partido del vigésimo Mundial de la historia. El anfitrión, Brasil, que mi hermano tanto aupaba, se enfrenta a Croacia; el árbitro es japonés; no ha pasado nada destacado. Y yo no puedo hacer nada que no sea mirar la pantalla y darme cuenta de que ni el olor de la lluvia de junio me resucita la sonrisa; la luz del sol colada por entre las nubes grises sólo se derrama en mis ojos.
     (Ahora, a las 3:42, un jugador brasileño de cabellos desesperados acaba de hacer un autogol. Los comentaristas de Meridiano TV comentan el hecho histórico de que una competencia de este calibre comience de semejante manera.)
     Y yo, frente al televisor, sentado sin cobija en esta silla en que sólo quepo yo, no puedo más que recordar a mi hermano, lo único que me falta, mas lo único verdaderamente importante, para que este Mundial de Brasil sea, también, como habían sido todos desde 1978, una fiesta.

martes, 3 de junio de 2014

Ritos de Ilación X, 2 jun. 2014

Ya apareció, impreso y en Internet, el número X de Ritos de Ilación. Por el título, parece que Aurelena se hubiera metido en un problema, pero es más que eso. Que lo disfruten: http://www.ritosdeilacion.blogspot.com/2014/06/se-armo-la-sampablera.html.