David
Luis LÁREZ
(Juan
Griego, 26 jun. 1959)
Segundo hijo de Luisa Magdalena LÁREZ MORENO (1931-2005)
El muchacho calvo y con lentes que
aparece en esta foto es quizá el descendiente más famoso de Andrés Avelino y
Francisca Josefa. Es por lo menos el único que aparece en la historia del cine
venezolano. En 1978, mi primo David participó en la película Simplicio, dirigida por Franco
Rubartelli, que, según algunos críticos, fue la más taquillera de ese año en
toda Venezuela.
Yo apenas recuerdo vagamente el momento
de gloria de Simplicio, pero en mi
casa se vivió la alegría de saber que alguien de nuestra familia había hecho
algo importante y que estaba siendo reconocido por ello. Todos querían ir a ver
Simplicio, para ver en la pantalla
grande a David, todo comentaban sobre los escenarios de Margarita, todos decían
con orgullo que ahora teníamos un primo artista.
Mi abuela sentía un cariño grande por
David. Todos los sábados, después de ir al cementerio, pasábamos por su casa,
que era también la de ella y la de todos. Mi tía Luisa fue la única que vivió
siempre y murió en aquella casa, la Casa de los Viejos, y ahí crió a sus hijos:
Salvador, David y Simón. La fe que le tenía mi abuela a los estudios la hacía
animarlo a no abandonar la escuela. De hecho, en primer año de bachillerato fue
su representante en el Liceo Juan de Castellanos.
El éxito de Simplicio fue seguido por el de Tiznao
(1983, de Dominique Cassutto y Salvatore Bonnet), que, sin embargo, no fue tan
grande como merecía. “Hubiera sido mayor”, me dijo David el mes pasado, “si no
hubiera coincidido con E.T.; pero a
pesar de eso ganamos premios en Venecia y en San Sebastián”.
David siguió trabajando con Rubartelli
en publicidad, que era su nación de origen. En 1986, la grabación de un
comercial de American Express los trajo otra vez a Juan Griego junto con una de
las mujeres más bellas del mundo de la moda: Margaux Hemingway, nieta del
famoso autor de El viejo y el mar. Yo
presencié, cerca de El Bajo, la filmación del breve segmento final en que
Margaux va en un descapotable que se detiene a la orilla de la playa, ella se
levanta y voltea para decirle a la cámara, tarjeta en mano: “American Express,
nunca salga sin ella”.
David nunca supo que entre la gente que aquella
tarde curioseaba la inusual escena desde la Lonja Pesquera estaba yo, que no
intentaba verlo a él trabajar sino a la hermosa nieta de Ernest Hemingway.
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