Mireya del Valle CAMPOS LÁREZ
(Caracas,
24 feb. 1953 / Caracas, 9 oct. 1989)
Quinta
hija de Edith Josefa LÁREZ MORENO (1919-92)
Miguel Rafael DELPINO LÁREZ
(Juan
Griego, 16 oct. 1951 / Caracas, 13 mar. 1984)
Hijo
mayor de Teresa de Jesús LÁREZ MORENO (1929-2019)
Este es el jardín de mi casa de Tari
Tari, el jardín de mi abuela. Recuerdo bien estas matas y estas flores. Parece
que yo no había nacido cuando se tomó esta foto, pero en el 2013, cuando la
familia cumplió 50 años en esta casa, convencí a varios de nosotros de posar
para mi cámara, en esta posición, en esa misma puerta.
Durante mucho tiempo pensé que la
muchacha que aparece en la imagen era mi tía Ibelis, hasta que un día ella
misma la miró fijamente y concluyó: “No, esa es Mireya”. Cuánto cariño le tenía
yo a Mireya, aunque apenas la vi cinco o seis veces en la vida. Su voz era tan
tierna, su sonrisa tan alegre, su mirada tan inocente.
Una vez, cuando aún estaba aprendiendo a
manejar, nos llevó a mi abuela y a mí a su apartamento de Ocumare de la Costa.
Todo el tiempo estuvo anunciando que al llegar nos prepararía un jugo de
naranja, zanahoria y remolacha —nada más coherente con la decoración de su
casa, en la que casi todo era blanco o anaranjado... o blanco y anaranjado—.
Yo, cruelmente, le dejé casi todo el jugo en el vaso.
Poco después, embarazada de su segundo
hijo, sintió un dolor en el vientre. Corrieron todos al hospital, donde
interpretaron que se le había adelantado el parto y la obligaron a parir. Por
fortuna, el niño nació bien, pero ella no soportó el esfuerzo de dar a luz al
mismo tiempo que la atormentaba el dolor de una apendicitis.
El muchacho es Miguel Rafael, mi
padrino. Su voz de tenor resuena en mi memoria cada vez que entro en su casa de
Laguna Honda. No sé si recuerdo a Miguel antes de que comprara aquel carrito
azul que mimaba más que a Rosario, su novia. Un día en que estuvo en mi casa,
vino a recogernos en él su padre, mi tío Miguel Delpino; mi abuela, Miguel
Rafael y yo nos sentamos en el asiento trasero. Mi abuela le comentó que era
extraño verlo en otro asiento que el del piloto y él respondió: “No le pares
bola a esa vaina, Juanita Lárez, que la gente importante va en el asiento de
atrás”.
También era un jocoso creador de
términos nuevos, generalmente obscenos; quizá el más conocido de ellos era darle a alguien su par de medias suelas,
que significaba disfrutar con alguien relaciones sexuales.
Hasta mis 15 años, el ideal de cena
navideña era la que preparaba Miguel para todos cada diciembre junto con
Rosario y mi tía Teresa. Aquella mesa larga y de muchas sillas, llena de comida
y de postres, no he vuelto a verla en ninguna parte.
En marzo de 1984, era
tan joven como Mireya, pero una noche, en su casa de Caracas, a unas cuadras de
la de ella, ocurrió un accidente catastrófico en su cerebro. El golpe interior
lo tumbó al piso y de ahí no se levantó nunca más.
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