lunes, 13 de julio de 2020

Antonia






Antonia María LÁREZ
(Juan Griego, 17 ene. 1943)
Segunda hija de María Albina LÁREZ MORENO (1915-88)


        Cuando yo tenía 12 años, mi abuela, Juanita Lárez, se empeñó en que la acompañara a Cabimas. Aunque nos fue bien, a partir de ese viaje no quiero nada con los autobuses. En Cabimas, ciertamente, me sentí como en mi casa. Era bella y grande y todos me trataron como a un príncipe. Aquella era la casa de mi prima Antonia, hija de mi tía María, hermana de mi abuela.
        Yo recordaba a Antonia de una vez que fue a Margarita con su marido y sus hijas, Lisbeth y Maité. Ella se acostaba tarde porque conversaba mucho con mi abuela, y en la noche del lunes en que llegaron la entrevista de Marcel Granier en Primer Plano parecía estar tan interesante que ella se quedaba mirando la pantalla como si un mago la estuviera hipnotizando. Por nada del mundo se me ocurría a mí hacer ni un mínimo ruido, no me fueran a mandar a la cama, pero en los comerciales, las dos conversaban, como si argumentaran en un juicio, acerca del contenido de la entrevista. La sensación que recuerdo es que había habido un engaño, un acto de corrupción y que el entrevistado lo estaba develando. O Granier, no sé. Para mí era impresionante que Antonia pareciera conocer el asunto tanto como aquellos señores tan bien peinados que hablaban en la televisión.
        Y en aquel único viaje que he hecho a Cabimas, yo sentía algo así como que no hablaba el mismo idioma sagrado que Antonia porque en mi imaginación ella era como un personaje de la televisión, una persona que sabía mucho de las noticias, de la política y de todos esos temas importantísimos que a los niños no nos interesan y nos aburren. Pero una tarde Antonia recibió una llamada, y salió al patio, donde se sentaban mi tía María y mi abuela, y dijo: “Tengo que ir para Maracaibo”. Mi tía debe haber dicho que era tarde para ir sola, y yo pensé: “Ay, yo podría ir con ella, estoy como aburrido”. Y Antonia, después de echarle mano a su cartera, pasó junto a mí dirigiéndose al carro y me preguntó: “¿Quieres ir?”. ¡Me leyó el pensamiento!
        A no ser por el cariño con que me trató todo el tiempo, no recuerdo nada de aquel recorrido, que también fue largo; ni siquiera recuerdo la “emoción tan grande” que según la música popular zuliana causa “pasar el puente” sobre el lago. Quién sabe si me dormí o si aturdí a la pobre Antonia con preguntas o comentarios tontos, pero en aquella época era yo más aburrido que ahora, así que ella debe haberse arrepentido de llevarme.
        Sea cuál sea la verdad, cuando encontré esta foto en casa de mi tía Teresa, unos años después, reconocí en primer lugar a mi prima sabia. “¡¿Esta es la boda de Antonia, tía?!”. Y después vino la sorpresa al reconocer la juventud de los demás personajes: Elizabeth, su hermana, la divertida Pelona, primera de la izquierda; mi tío Marquito, el cuarto de izquierda a derecha; Antonia, vestida de novia; Etanislao, o Teny, el novio; mi tía María, idéntica a las demás fotos de ella que había visto, y las demás personas debían ser de la familia de Teny.
        Es sin duda una foto memorable. Antonia y Etanislao se casaron por la Iglesia el 18 de marzo de 1967; tres meses antes lo habían hecho por la ley. Tuvieron dos hijas y, hasta ahora, dos nietos y dos bisnietos. Cincuenta y tres años más tarde, viuda, de pie aún en aquella bella casa, gracias a Dios sigue teniendo las antenas bien puestas y yo sigo pensando en ella como un ejemplo de inteligencia.




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