jueves, 29 de mayo de 2014

Cervantes y las mujeres

Edgardo Malaver



     Hoy vinieron pocos estudiantes a la clase de las 7:15. Yo mismo llegué después de las 7:25 y durante unos 40 minutos hubo sólo dos muchachas en el salón, Pinto y Contreras, soportando con valentía las pocas ideas que yo era capaz de armar acerca de “El casamiento engañoso”, la novela ejemplar de Cervantes que estamos leyendo en estos días.
     Como la semana pasada leímos “La fuerza de la sangre” y en ese caso, sin que yo me lo propusiera, terminamos hablando de la poderosa imagen de la madre recta y sabia, doña Estefanía, que surge detrás de la de la muchacha débil y sumisa, humillada e incluso autonegada, de la protagonista, Leocadia, se me ocurría ayer que hoy podíamos asociar a la protagonista del engaño de esta semana, llamada también Estefanía, con otra mujer firme y clara de las que le gustan tanto a Cervantes: la pastora Marcela, que aparece en Don Quijote. Ese era todo mi plan de clase: conducir a los muchachos a la lectura del discurso de Marcela, que dicen muchos que es el primer manifiesto feminista de la historia, y bien puede ser que lo sea, pero que innegablemente nos habla de una postura, más que del personaje, del autor, que en una época asfixiantemente favorable a los varones, se lanza a defender a las mujeres.
     No contaba con la astucia del azar, que me haría dejar mi ejemplar de Don Quijote en casa y darme cuenta cuando ya estaba en la universidad. Sólo se me ocurría ir a la Sala de Profesores a ver si los profesores del Departamento de Italiano tenían un Quijote en una caja maravillosa que tienen ahí, donde cada vez que mira encuentro algo insuperablemente bueno. Pues no. En cambio tenían una edición hermosa y amigable del Decamerón, y entonces recordé que la noche anterior, había visto en Internet un artículo que descubría relaciones intertextuales entre el escritor italiano y el español. El cansancio no me había permitido leer el artículo, pero recordaba claramente el título: “Cervantes, lector de Boccaccio: huellas y reflejos de la ‘X Giornata’ del Decamerón en las Novelas ejemplares”, y pensé en “relaciones intertextuales” porque era lo que deseaba hacer esta mañana y lo que había planeado para la clase.
     Efectivamente, Boccaccio decía para resumir su décima narración de la décima jornada:

El marqués de Saluzzo, obligado por los ruegos de sus vasallos a tomar mujer, para tomarla a su gusto elige a la hija de un villano, de la que tiene dos hijos, a los cuales le hace creer que mata; luego, mostrándole aversión y que ha tomado otra mujer, haciendo volver a casa a su propia hija como si fuese su mujer, y habiéndola a ella echado en camisa y encontrándola paciente en todo, más amada que nunca haciéndola volver a casa, le muestra a sus hijos grandes y como a marquesa la honra y la hace honrar.

     Todo un matrimonio engañoso, toda una telenovela de Radio Caracas Televisión, como habría dicho Brito, si para ese momento hubiera llegado. Indudablemente, cuando los leamos uno frente al otro, vamos a darnos banquete con estos dos matrimonios tan retorcidos.
     Lo más interesante de la mañana, sin embargo, vino más tarde, cuando ya habían llegado unos cuantos. Cuando llegó Morón, en cuyas manos había visto en clases anteriores una edición de Don Quijote, pudimos comenzar con la lectura del discurso de Marcela, ayudados por Sánchez (K.), que acababa de encontrarlo en su teléfono con wifi. En mitad de la conversación me acordé también de “La Gitanilla”, otra novela ejemplar, y su visión ultramoderna del matrimonio, y leí para los estudiantes la respuesta que ésta le da al pretendiente que pide su mano en la puerta de Madrid.
     Describimos, identificamos, esbozamos varias figuras femeninas entre estas ‘mujeres de Cervantes’. Una fue Leocadia, que es víctima de un ataque sexual por parte de Rodolfo en su primera juventud y a partir de entonces es anulada en la vida familiar. Es la imagen contraria a doña Bárbara, que desea vengarse de los hombres, pero también obtiene lo contrario: Leocadia logra al final el amor de su agresor; doña Bárbara desaparece tragada por la tierra que había dominado.
     Doña Estefanía, la madre de Rodolfo, es la mujer cuyos años, desde detrás de la protección de su marido, adquiere la sabiduría que le permite conocer a su familia de pie a cabeza. Conoce tan bien a su hijo que es capaz de urdir un plan para que éste repare su falta y enderece su vida junto a una familia que inconscientemente había formado. Reflexionando sobre este personaje, Brito se acordó de Úrsula Iguarán, que dirige con mano firme aquella familia tan enmarañada como eran los Buendía y que, al dirigir a los Buendía, dirige también, de alguna manera, a todo Macondo.
     Estefanía, la otra Estefanía, la de “El casamiento engañoso”, es una mujer pícara, astuta, mentirosa, vividora, hábil, que sabe —nosotros no sabemos cómo, pero ella lo sabe— que su pretendiente sólo busca aprovecharse de ella y, por eso, se las arregla para que sea él quien caiga exactamente en la trampa que él le está poniendo a ella. En cierta forma, actúa como doña Bárbara.
     Después, también Sánchez (K.) mencionó a la cándida Eréndira, que es condenada a vivir una vida harto injusta, cruel y humillante a causa de un accidente del que ella misma no era responsable. Eréndira se parece a Leocadia.
     No lo mencionamos, pero ahora me acuerdo de las mujeres de las que habla el Corbacho, que leímos hace meses. Todas son malas, “viciosas”, “mendaces”, prevaricadoras. Cervantes parece desear rescatar a las mujeres de ese infierno de mala reputación que toda la sociedad les asignaba. Marcela, la de Don Quijote y la Gitanilla, de Novelas ejemplares, son sólo dos ejemplos de los más sencillos. Y ingenioso hidalgo representa en el terreno de la ficción a su eminente creador, al ponerse, espada en mano, entre la muchacha injuriada y los caballeros que se lanzan contra ella por creerla autora de la muerte de su amigo Grisóstomo. Don Quijote está también en contra de ella por la historia que ellos le han contado, pero los apostrofa y les grita que nadie le tocará un cabello a la muchacha mientras él esté presente. Y la defiende, como hace, sin que muchos se den cuenta, Miguel de Cervantes con las mujeres de su época y, por extensión con las de todas las épocas que en el mundo han sido.

2 comentarios:

  1. Ah... Después de publicar este texto, me di cuenta de que, como comencé a escribirlo ayer al salir de la clase, hablo de la clase del miércoles 28 de mayo como si fuera jueves 29. Hoy, al terminar de escribirlo, dentro de mí seguía siendo armonioso con aquella emoción, de modo que nada me indicó que le cambiara los hoyes por ayeres. Dicho esto, espero yo, queda claro.

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  2. Muy interesante su análisis, profesor. También hallé rasgos parecidos con la cándida Eréndira, y me llamó muchísimo la atención el enfoque un tanto feminista de Cervantes. Asistí no hace mucho a un foro sobre los primeros indicios de feminismo en la literatura latinoamericana, y pese a no haberlos leído todos, le dejaré lo que recuerdo por acá, por si le interesa:
    "Leona Vicario", de la mexicana Patricia Cox,
    "María de los Ángeles", de las argentinas Virginia Carreño y Constanza Menezes.
    Un abrazo fuerte, sigo su blog.
    Maru.

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