Edgardo Malaver Lárez
A usted tal vez nunca se le haya
ocurrido —no lo culpo—, pero a mí me sucedió una vez preguntarme por qué la
avenida 4 de Mayo se llamaría 4 de Mayo. Ahora seguramente usted está
suponiendo que ese día se recuerda en Margarita algún acontecimiento feliz o
alguna fecha muy triste, pero que lo más probable —se dice mientras lee— es que
alguien importante naciera ese día, o algo así. De repente —también es
probable—, habrá oído decir a algún margariteño que ese fue el día en que Colón
descubrió la isla. Lo que usted quizá no haya advertido es que el 4 de Mayo está
exactamente a quince días del recordadísimo 19 de Abril.
Pero no, no se celebra el nacimiento
de nadie importante en esa fecha... al menos en Nueva Esparta. Lo que pasó en
Margarita el 4 de mayo de 1810 fue algo muy simple: un grupo de margariteños
formó un movimiento revolucionario que se adhirió al que había nacido quince
días en Caracas. El joven Juan Bautista Arismendi se confabuló con otros
blancos prominentes para deponer al gobernador de la provincia, Joaquín
Puelles, y constituir una junta gubernativa que representara en la isla a la
Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Don Rafael de Guevara fue
nombrado gobernador político y Arismendi, con el grado de coronel, asumió la
comandancia de armas. Manuel Plácido Maneiro, otro de los insurgentes, fue
nombrado diputado al Congreso. Eso es todo.
Pero eso es historia. La pregunta
importante es ¿qué vamos a hacer hoy con el 4 de Mayo? Considerando el notable
empeño que muestra el sistema educativo venezolano en que un número cada vez
mayor de ciudadanos ignore la historia de su país, parece que no podemos hacer
nada. Pero yo creo que, aquí entre usted y yo, podemos por lo menos pensar.
No sé qué pensará usted, pero a mí
no me parece razonable que la importancia de cualquier fecha histórica deba
medirse, como se acostumbra en Venezuela, por las hazañas de las personas que
vivieron hace muchas generaciones y con quienes nadie ve clara otra relación
que no sea la existencia de algunos nombres de lugares que casi nadie ha
visitado y que se van cayendo pedazo a pedazo. Habrá quien diga, por supuesto,
que todos estos nombres y fechas que recuerdan hechos heroicos del pasado
funcionan como “ideales unificadores de la identidad nacional” y cosas así. Sí,
muy bien, pero ¿nos ha servido eso para algo más productivo que no hacer nada
porque “hemos nacido en una tierra de héroes”? Dígame, ¿a usted le parece esto
sensato?
Ahora que ya usted sabe lo que pasó
y que se da cuenta de que ya no estamos en esa realidad, ¿qué le parece la idea
de no tener que pensar más en 1810 y cambiar la historia otra vez, así,
autónomamente, individualmente, por usted mismo, a partir de ahora? No me diga
que no le entusiasma la idea de sentirse Juan Bautista Arismendi a lo casi
siglo XXI?
Pues, fíjese. En realidad, lo que
pasó el 4 de Mayo fue que Margarita se declaró suficientemente adulta como para
separarse de España y suficientemente madura como para declararse fiel a
Venezuela. Lo ocurrido aquel solo día le granjeó a esta pequeña isla el grande
honor de figurar, bajo la forma de una estrella, en la bandera de todo un país.
El 4 de Mayo es la evidencia de que Margarita, aun separada físicamente del
resto del país, se sumaba a la visión inspirada de un futuro nuevo que nacía en
Caracas; es la evidencia de que se plegaba a la postura de aquel muchacho que
clamó en el Cabildo: “¿Es que trescientos años de calma no bastan?”.
¿No le parece a usted también que
187 años de problemas eternamente pospuestos, eternamente irresolutos, 187 años de hablar y no hacer nada, o de no hablar ni hacer nada, ya son
suficientes? ¿Qué está esperando para declararse, usted también, por su cuenta,
suficientemente adulto para desprenderse de un poder que se aprovecha de usted,
y suficientemente maduro para serle fiel, con todo lo que tiene, a la idea
liberadora de trabajar por lo que desea?
El 4 de Mayo, si no lo vamos a ver
como una muestra de lo que podemos ser y hacer, sino para sentirnos orgullosos
de algo que no logramos nosotros mismos, con nuestro trabajo, es mejor olvidarlo.
El 4 de Mayo, si no va a enseñarnos nada, es mejor que siga siendo sólo el nombre de una avenida.
Pero si el 4 de Mayo va a servir
para que usted y yo nazcamos de nuevo y nos levantemos mañana lunes a trabajar
mejor, como si todo dependiera de nosotros; si el 4 de Mayo va a servir para
que cada año usted y yo saquemos la cuenta de lo que hemos logrado desde el 4
de Mayo anterior; si el 4 de Mayo va a servir para que usted y yo, los dos
solitos, les dejemos a nuestros hijos el deseo de seguir buscando y seguir
encontrando, entonces valdrá la pena seguir viviendo en Margarita... aunque no
sepamos quién nació el 4 de Mayo.
Originalmente aparecido en Margarita es Todo, Pampatar, Venezuela,
N° 1, mayo-junio de 1997, pág. 3.
emalaver@gmail.com